Si hay un lugar mágico en la casa, es el salón. Lo digo con total cariño y sinceridad, pues me he ocupado personalmente de la decoración de la casa como si fuera la mía, en colaboración con personas queridas y talentosas. Siento que esta estancia principal es como una máquina del tiempo que une y transporta a los mayores a la infancia y a los jóvenes al futuro

Nada más entrar, a la derecha, vemos una sala de estar, la preside una chimenea pintada de negro y volutas doradas, con un pequeño gong colgando; atrás, una pared roja con dos ventanas que dan luz a las plantas y una claraboya en el techo que también aporta luminosidad entre las vigas de madera oscura. Dos sofás de madera blanca con cojines rojos flanquean la sala, y sendas mesitas supletorias y lámparas de pie metálicas, vintage, de los noventa; en medio, una robusta mesa de pino y dos sillas redondas de mimbre. Del techo cuelga una lámpara clásica sencilla con cuatro puntos de luz

Si miramos a la pared derecha de la chimenea, encontramos un lienzo, obra de Lorea Oar-Arteta, y en la esquina, una estantería alta con libros de consulta, bajo la cual se apiña un montoncito de leña y los útiles para encender y avivar el fuego en la época invernal. En la pared contraria, sobre unos paneles de madera (antiguas ventanas en desuso), vemos instaladas cajas de madera de frutas recicladas en cuyo interior hay tulipas simples de Ikea, que emiten luz roja y blanca, y estanterías de obra

Este espacio tan acogedor invita tanto a reuniones de ocio como de trabajo y tiene cabida, cómodamente, para más de diez personas. El salón se extiende en dirección a la cocina conformando un comedor amplísimo. A la derecha hay una rampa para personas con capacidades diferentes que lleva a las habitaciones de la planta baja. A la izquierda, una larga pared con —me da cierto pudor decirlo— obras de mi colección “Poesía vegetal”. A lo largo de esta pared hay una docena de taburetes bajos de madera y mimbre, y percheros suficientes para las 19 personas que caben en el Aterpetxe

El comedor dispone de tres mesas plegables con cabida para más de veinte personas comiendo a la vez, con sus correspondientes bancos corridos, también plegables, y uno de madera, que es ideal para sacar fuera al porche y contemplar la naturaleza. Al fondo, está la puerta de la cocina, equipada con todo, y a su derecha, estanterías de obra que contienen toda la vajilla a disposición de los inquilinos, una mesa supletoria de dos alas y una alacena, ambas de madera. Seis lámparas fluorescentes en el techo iluminan sobradamente este salón comedor mágico que propicia las reconciliaciones y la armonía con la vida en contacto con la Tierra